Llegar a las cuatro de la mañana a un lugar desconocido siempre tiene algo de inquietante, y si ese lugar queda a centímetros del fin del mundo amplifica aún más las cosas, el silencio definía al silencio, ni autos, ni gente, ni ladridos lejanos, tan solo el viento que fue ángel y verdugo durante catorce patagónicos días.
El ingreso por la avenida principal hasta la costanera que limita con el misterio, a lo lejos tan solo datos, el aroma marino que acompaña al viento, cierto rumor a un oleaje algo distante y el fin de la iluminación artificial, ahora tan solo una calle separaba la seguridad de la vida urbana con un mundo desconocido.
Alojamiento en el Hotel Municipal de Turismo, hermoso edificio que alguna vez supo ser hotel del ACA, horitas de sueño y el amanecer que reclama.
Cruzo la frontera, frente a la delegación de turismo y una pequeña playa de piedra me invita a descubrir unos barcos abandonados, el sol marca un camino que incita a recorrerlo y el frío me instala en la realidad geográfica. El paseo costero culmina en el gran cuadro, una solitaria bandera flamea a media asta en respetuoso duelo al difunto presidente Chávez, la parroquia, MHN, se vislumbra cálida frente al rigor exterior y las casas de chapa y madera reafirman el carácter de pueblo costero.
El resto de la mañana la pasaré averiguando sobre como ir al PN Monte León y al abandonado frigorífico Armour, principales motivos de interés durante la primera etapa del periplo costero, en cuanto a la ciudad, comienza a sentir el peso del aislamiento que le significa estar a 70 kilómetros del eje de tráfico, hay voces que proponen reflotar la vieja traza de la 3, que corriendo mas cerca de la costa beneficiaría a lugares internos como Deseado, Santa Cruz o hasta el desaparecido Puerto Coyle, de todas maneras mantiene intacto el indescifrable encanto que acompaña a los puertos del fin del mundo.
El ingreso por la avenida principal hasta la costanera que limita con el misterio, a lo lejos tan solo datos, el aroma marino que acompaña al viento, cierto rumor a un oleaje algo distante y el fin de la iluminación artificial, ahora tan solo una calle separaba la seguridad de la vida urbana con un mundo desconocido.
Alojamiento en el Hotel Municipal de Turismo, hermoso edificio que alguna vez supo ser hotel del ACA, horitas de sueño y el amanecer que reclama.
Cruzo la frontera, frente a la delegación de turismo y una pequeña playa de piedra me invita a descubrir unos barcos abandonados, el sol marca un camino que incita a recorrerlo y el frío me instala en la realidad geográfica. El paseo costero culmina en el gran cuadro, una solitaria bandera flamea a media asta en respetuoso duelo al difunto presidente Chávez, la parroquia, MHN, se vislumbra cálida frente al rigor exterior y las casas de chapa y madera reafirman el carácter de pueblo costero.
El resto de la mañana la pasaré averiguando sobre como ir al PN Monte León y al abandonado frigorífico Armour, principales motivos de interés durante la primera etapa del periplo costero, en cuanto a la ciudad, comienza a sentir el peso del aislamiento que le significa estar a 70 kilómetros del eje de tráfico, hay voces que proponen reflotar la vieja traza de la 3, que corriendo mas cerca de la costa beneficiaría a lugares internos como Deseado, Santa Cruz o hasta el desaparecido Puerto Coyle, de todas maneras mantiene intacto el indescifrable encanto que acompaña a los puertos del fin del mundo.
Exactamente eso sentí cuando estuve por allá: en el puerto del fin del mundo! Y eso que fuí hace como 20 años! Supongo que debía ser peor aún, no? Bueno, aquí me dispongo a averiguarlo a través de tus relatos y de tus fotos. Saludos, Rodo, un placer leerte de nuevo.
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