Los mundos de sal son otros de mis paisajes preferidos, creo haber transitado por los mas importantes de la región, pero la coleccción no estaba completa si faltaba la gran Gualicho. Llegar es fácil, RP2, pavimento, suaves ondulaciones, alguna curva, muchos camiones y de repente el blanco se impone, decía llegar es fácil, entrar imposible, a no ser que vayas con alguna de las empresas de turismo, dos o tres, que tienen un permiso limitado de ingreso al salar. Lo imposible radica y tiene explicación en la intensiva explotación a la que es sometido el gran espejo seco, motivos de seguridad impiden que se inmiscuyan turistas particulares, tiene lógica, la misma lógica que esgrimen las grandes empresas mineras para impedirte el paso, la misma lógica que hace que Don Lewis haya hecho invisible a la mitad de los lagos patagónicos, sólo que cambiaría la palabra seguridad por privacidad, es espacio es privado, el salar es privado, el lago es privado, el río es privado, la montaña en donde está la gran mina es privada, todos nosotros estamos privados de la libertad de admirar los paisajes de nuestra Argentina, a no ser que poco te importen las consecuencias de transgredir reglamentos internos, o tu máquina tenga un zoom considerable, a veces zoom mata guapo. En mi caso, obtuve un pequeño permiso para tomar fotos a las parvas, sin acceder a ellas, agradezco a quién con sentido común me permitió tal licencia, y a las proximidades del salar llegué caminando desde el camino (privado).
La imágen diferente me resultó ser la maquinaria pesada, bella maquinaria por cierto, danzando sobre ese grueso piso blanco con el telón de fondo de un cielo contrastante, puedo entonces decir que el último salar importante que me faltaba conocer para llenar el álbum había sido logrado.
La vuelta incluyó un descubrimiento que puede llegar a cambiar la historia
Sí señoras y señores, paren las rotativas, paren las rotativas!!!, apareció la Tortuga Manuelita, con ello se tira por tierra otro mito popular, u otro engaño popular, no se había ido París, no, no...
Tantos años en el camino me habían deparado encuentros del tercer tipo con pumas, zorros, arañas pollito, ofidios varios, ciervos y hasta el famoso pudú-pudú cruzó por delante de mis narices, pero tortuga jamás, o soy muy bruto en cuanto a la disposición geográfica de la fauna argentina, o Manuelita nunca conoció al Louvre.
las horas de claridad que me quedan las voy a utilizar para admirar ventanas, puertas, texturas de las casas más viejas de SAO, tarea que siempre me produce un gran placer, esperando la noche para sumergirme en la Línea Sur, en búsqueda de la áspera, dura, inhóspita y subyugante meseta patagónica.
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