A unos 5km del Balneario Las Grutas, siguiendo el enripiado camino costero nos encontramos con esta playa de rocas coloradas que nos ofrece un panorama muy diferente ya sea que la visitemos con pleamar o bajamar, ya que en alta se forman unos islotes de piedra a los que se puede arribar caminando con cuidado.
Al momento de la visita, fuera de temporada, la belleza del paisaje era abrumadora, un juego entre las nubes que caían al mar con los reflejos producto de los rayos de sol que lograban escabullirse y todo el rojo de una piedra artísticamente dispuesta por la impronta natural, luego silencio y nada más.
Seguí unos cuantos kilómetros más hasta el buque, otra formación de piedra que se asemeja a uno, a lo lejos se adivina entre la bruma marina el fuerte argentino. El Fuerte Argentino representa la imagen de una especie de balcón con vista al Golfo San Matías. Los pobladores del lugar cuentan las historias transmitidas por sus antepasados sobre esta meseta, en la que antiguamente había un fuerte español con cañones que apuntaban hacia el mar. Pero también fue habitado por aborígenes, militares, científicos, piratas y hasta quienes manipularon al Santo Grial ???.
En sus relatos, miembros de un grupo esotérico encargado en la investigación del tema afirman que el cáliz, luego de la crucifixión de Cristo, fue trasladado por el Apóstol Felipe, María Magdalena, Nicodemo y José de Arimatea hasta el sur de Francia. Más tarde, las reliquias fueron llevadas a un poblado del oeste de las islas británicas.
“Delphos” como se denomina al grupo, asegura que varios siglos después el “Caballero Parsifal”, descendiente directo de José de Arimatea, después de una lucha marítima y tras navegar sin rumbo durante días, llego misteriosamente a una desconocida costa, donde logra divisar una especie de fuerte o castillo. Al amanecer, los tripulantes del navío se encontraron en medio de un lugar totalmente seco porque la marea se había retirado en forma sorpresiva, como ocurre con la marea frente a la formación. Pavada de historia, pero sabrán que Patagonia está plagada de relatos en cierto fascinantes como éste.
El tiempo que demanda la travesía me hizo imposible realizarla, pero queda como el sitio elegido para una segura vuelta. Vuelvo a SAO, el mediodía se presta para zambullirme en un plato de pulpitos, para continuar viaje en busca de las Salinas del Gualicho, las segundas más grandes de Sudamérica después de Uyuni en Bolivia.
Al momento de la visita, fuera de temporada, la belleza del paisaje era abrumadora, un juego entre las nubes que caían al mar con los reflejos producto de los rayos de sol que lograban escabullirse y todo el rojo de una piedra artísticamente dispuesta por la impronta natural, luego silencio y nada más.
Seguí unos cuantos kilómetros más hasta el buque, otra formación de piedra que se asemeja a uno, a lo lejos se adivina entre la bruma marina el fuerte argentino. El Fuerte Argentino representa la imagen de una especie de balcón con vista al Golfo San Matías. Los pobladores del lugar cuentan las historias transmitidas por sus antepasados sobre esta meseta, en la que antiguamente había un fuerte español con cañones que apuntaban hacia el mar. Pero también fue habitado por aborígenes, militares, científicos, piratas y hasta quienes manipularon al Santo Grial ???.
En sus relatos, miembros de un grupo esotérico encargado en la investigación del tema afirman que el cáliz, luego de la crucifixión de Cristo, fue trasladado por el Apóstol Felipe, María Magdalena, Nicodemo y José de Arimatea hasta el sur de Francia. Más tarde, las reliquias fueron llevadas a un poblado del oeste de las islas británicas.
“Delphos” como se denomina al grupo, asegura que varios siglos después el “Caballero Parsifal”, descendiente directo de José de Arimatea, después de una lucha marítima y tras navegar sin rumbo durante días, llego misteriosamente a una desconocida costa, donde logra divisar una especie de fuerte o castillo. Al amanecer, los tripulantes del navío se encontraron en medio de un lugar totalmente seco porque la marea se había retirado en forma sorpresiva, como ocurre con la marea frente a la formación. Pavada de historia, pero sabrán que Patagonia está plagada de relatos en cierto fascinantes como éste.
El tiempo que demanda la travesía me hizo imposible realizarla, pero queda como el sitio elegido para una segura vuelta. Vuelvo a SAO, el mediodía se presta para zambullirme en un plato de pulpitos, para continuar viaje en busca de las Salinas del Gualicho, las segundas más grandes de Sudamérica después de Uyuni en Bolivia.
gracias
ResponderEliminarre lindo relato